12 de febrero de 2019

Recuerdo de un viaje interior y exterior

Hace aproximadamente un año realicé un viaje físico que a su vez se convirtió en una especie de viaje iniciático que me permitió profundizar un poco más en mi. Un regalo de cumpleaños que me dí a mi misma y a su vez una huida necesaria que con el tiempo me hizo darme cuenta de que no había razones para huir, además, una de las conclusiones a las que llegué es que todo de lo que se huye te persigue igualmente allí donde vas. Y aunque mi avión despegó rumbo a un lugar denominado Auroville en India Sur el 4 de febrero del año 2018, decido compartir hoy este recuerdo que quedó pendiente hace casi 365 días de mi regreso de ese lugar y de aquella experiencia. ¿Y por qué un 12 de febrero? Ese día se cumplía el ecuador de mi estancia allí, ese día fue un punto de inflexión para mi. Sólo estuve 15 días allí pero resultó tan extraño a la par que intenso que me parecieron 3 meses. Cada cinco días una etapa con una energía y un estado emocional distinto. Cada cinco días un descubrimiento que gestionar y transmutar durante ese periodo de tiempo.
Había oído hablar de Auroville por terceras personas, me vendieron una ciudad idílica, creada con la intención de que personas de muy distintos países conviviesen en armonía y se desarrollasen  a nivel personal y espiritual, segura y libre de drogas, tabaco y alcohol y donde no se necesitase dinero para vivir. Un sueño que tuvieron en su momento un líder espiritual contemporáneo de Mahatma Gandhi llamado Sri Aurobindo y su compañera espiritual Mirra Alfassa, más conocida como "La madre". Y aunque bien es cierto que nunca encontré drogas, ni alcohol, a la vista, si me crucé con alguna que otra persona fumando, ¿el qué? lo desconozco. 
Ya desde el segundo día tras mi llegada, mi estancia se convirtió casi en un ejercicio de supervivencia pues las fechas que escogí para conocer ese lugar coincidían con el cincuenta aniversario de la ciudad, encontrando a los Aurovillianos muy atareados en el desarrollo de actos y eventos de conmemoración. Me puse prácticamente en manos de la divina providencia y he de decir que respondió, haciendo que encontrase en mi camino a personas que me tendieron una mano cuando me hizo falta. En poco tiempo aprendí a desenvolverme por la ciudad como si viviese allí y también de todo lo que me rodeaba y me sucedía y aunque no comparto esa idea de guetto espiritual aislado del resto del mundo, ni tampoco la adoración que se respira por todos los rincones de la ciudad hacia la figura de Sri Aurobindo y sobre todo y muy especialmente hacía "La Madre", la auténtica artífice de este sueño de ciudad perfecta internacional e intercultural, me resultó una experiencia interesante y útil. Sobre todo para corroborar que toda experiencia en esta vida es útil en si misma si uno decide que sea así y que la iluminación y la espiritualidad no se encuentra en un lugar específico, ni en las exclusivas manos de un maestro determinado, sino que la llevamos dentro y que depende de nosotros que se desarrolle o se despierte. Aunque reconozco que en determinadas circunstancias todos necesitamos a que agarrarnos aunque sea para tomar el primer impulso. El error, a mi parecer, es precisamente quedarse instalado sólo en el primer impulso.
Otra cosa he de decir en defensa de Auroville y es que el lugar donde decidieron asentarla se encontraba desértico, había sufrido una severa desforestación y uno de los proyectos interesantes relacionados con esta ciudad era volver a convertir este lugar en una selva, cosa que cuando yo fui prácticamente se había conseguido. Conviví con la naturaleza y mi despertador natural era el sonido de la fauna alojada allí. El respeto hacía la naturaleza y su conservación está más que demostrado,  así como la sostenibilidad del uso de los recursos, crían y cultivan la mayor parte de lo que se comen y el desarrollo de la creatividad, la cultura y las artes, a parte del personal y espiritual, algo que reconozco hecho en falta muchas veces en el civilizado lugar del que provengo. 
Vivir sin dinero es algo que aún no se ha conseguido, entre otras cosas porque necesitando mantenerse con algo más que patrocinadores o donaciones, teniendo que echar mano también del turismo, el aislamiento total es imposible y algo de lo que pude disponer allí sin ningún problema fue de conexión wífi, aunque bien es cierto que todo es mucho más económico y se puede vivir con muy poco dinero allí.
Pese a todo y a las buenas intenciones de "La Madre", de la divina providencia en colaboración con ella, y del echo de que también cuente con el beneplácito y aval de la UNESCO o el Dalai Lama, al final toda intención se topa con el factor humano y durante mi estancia allí percibí aptitudes y necesidades muy dispares, por un lado quienes realmente creen en el objetivo de este proyecto y trabajan para ello y por otro personas que parece que han tomado Auroville como un lugar donde huir del resto del mundo "civilizado", pero que como he dicho antes, no se puede huir de nada, pues cualquier intento de huida personal es infructuoso. Donde un sector entiende la necesidad del marketing y del turismo como una de las herramientas necesarias para la sustentación del proyecto y los que al necesitar ese aislamiento justificante de su huida, ven en los turistas un verdadero incordio. Otra de las cosas que le agradezco a Auroville es poner frente a mi, mi propia huida y devolverme a la civilización con una perspectiva diferente en relación a ella. También me topé puntualmente con algún personaje que esperaba encontrar la iluminación allí, del mismo modo que se pretende encontrar a Dios viviendo en algún edificio construido expresamente para él. Pero lo dicho, quien este libre de no necesitar un asidero alguna vez que tire la primera piedra.
Desde entonces hasta ahora esa fuerza que actuó en Auroville parece acompañarme y me empuja hacia el abismo con las alas abiertas de par en par o me frena en seco dependiendo de la situación.
Auroville no posee una belleza sobrenatural que te quite el aliento como podría ocurrir con otros lugares o paisajes, en ese sentido nunca llegó a atraparme, en todo caso se podría definir como una belleza sosegada, un intento de calma, equilibrio y refugio en vías de desarrollo.


Diecinueve horas de vuelo dan para mucho, incluso para fotografiar nubes desde uno de los aviones que tuve que coger, en total tres escalas a la ida.


Auroville es la ciudad de la aurora, esa es la traducción de su nombre, pero también es la ciudad verde, allí donde vas estás rodeado de naturaleza semisalvaje así que era de lógica que mi alojamiento también formase parte de ello y se adaptase al entorno, de hecho en alguna ocasión parte de la fauna decidía darse una vuelta por las habitaciones o como en el caso del lagarto de la fotografía, instalarse en una de las lámparas del porche.


Todos los caminos de Auroville están rodeados de vegetación y en una de mis exploraciones diarias de la zona me encontré con un curioso parque con artísticos módulos de colores y piedras distribuidas  de una manera muy particular, como si acabasen de dejar al descubierto un yacimiento prehistórico, la creatividad al poder y a la naturaleza.


El símbolo representativo de la ciudad de Auroville es una flor de doce pétalos, de un color cada uno, que recoge las doce virtudes humanas que se aspira a desarrollar en esta ciudad-proyecto. Es además una forma recurrente y presente en algunos espacios principales de esta ciudad. En cualquier caso de camino al Visitor Center se pueden encontrar estas virtudes por separado acompañadas de reflexiones y una flor que los aurovilianos consideran representa también a esa virtud.


Una de las cosas que más me sorprendió en Auroville, fueron las instalaciones con las que cuenta para desarrollar toda clase de actividades de crecimiento personal y de tipo artístico, cultural y creativo, mejores en muchos casos que las que hay en mi ciudad. A destacar el centro de arte rodeado de un jardín zen y con una sala de exposiciones cuya distribución permite la entrada de mucha luz natural y te invita a disfrutar relajadamente de la obra expuesta. Me impresionó especialmente La Cripa un espacio multidisciplinar donde ensaya el coro de la ciudad, tan espaciosa que cabrían tres coros o dos y una orquesta sinfónica y con una magnífica acústica, tuve el honor y el placer de ser invitada a uno de sus ensayos. También pude asistir a una obra en su también fantástico y bien acondicionado teatro, una de las personas con quien coincidí en la obra y en el viaje incluso llegó a preguntarse, ¿This is India?, ¿Esto es India? Reconozco que los Aurovilianos se lo han montado muy bien. Pero el espacio estrella es sin duda la Matrimandir "Templo de la madre" en sánscrito, consagrado a la energía femenina, un lugar de meditación y recogimiento donde hay que pedir cita para poder entrar y en el cual se respira silencio, paz y una energía especial. Este templo se comenzó a construir a principios de la década de los 70 y se concluyó en 2008. Su forma, estructura, las distintas estancias y espectros de luz y color de su interior no es casual. Es más, nada en Auroville es fruto del azar. En torno a la Matrimandir fue construyéndose y creciendo la ciudad como tal.


Las vacas son sagradas en la India, no se pueden tocar, menos aún hacerles daño, y en Auroville esa costumbre India, entre otras, también es respetada, aunque la mayor parte de su comunidad la formen gentes venidas de otros continentes y países. Quizá por eso no me resultó tan extraño encontrarme de vez en cuando con estos animales por el camino. Quizá por eso era de lo más normal ver a alguna descansando plácidamente en el jardín de mi alojamiento y dejando claro que van por donde quieren y están por encima de las normas de circulación en la única rotonda que me encontré en Auroville.


En la India también es algo corriente encontrar estos dibujos o mandalas en las entradas de algunas casas o edificios, especialmente negocios, una superstición a través de la cual se espera alejar y proteger de la mala suerte o la malas vibraciones a ese espacio en concreto.


El mar siempre me atrae y una de las cosas que me gusta hacer cuando voy a algún sitio donde sé que el océano está cerca es ir a hacerle una visita y en dos ocasiones pude pasar un día de playa frente al Indico en compañía de algunas de mis compañeras de alojamiento. 
Por esta zona siempre es verano, incluso en febrero, y el clima se presta a pasar un domingo en la costa. 
La primera la playa en la que estuve, justo antes de llegar al ecuador de mi viaje, fue la de Bengala, una playa un tanto gris y sucia donde era habitual encontrar a muchos pescadores con sus redes y barcas. 
La segunda que visité, justo antes de emprender el regreso a mi país, fue en Pundicherry, ciudad costera y antigua colonia francesa próxima a Auroville donde vivieron Sri Aurobindo y la madre, de echo allí creó su ashram, el cual aún sigue funcionando y en él también se encuentra enterrado Sri Aurobindo. La playa de Pundicherry estaba más limpia y posee un paseo marítimo donde se ha levantado una estatua homenaje a Mahatma Gandhi pues esta es también la ciudad natal de este líder social y espiritual Indio.
En cualquier caso e independientemente de la apariencia de las playas en las cuales estuve, disfruté muchísimo de esos dos días, de ese momento de quietud y de no hacer nada en concreto que me proporcionaron, del horizonte abierto, y el poder respirar la brisa marina se agradecía tras varios días caminando entre vegetación.







Pero más allá de paisajes y un proyecto con intenciones evolutivas y espirituales encontré a personas estupendas de muy diversos lugares del mundo con las que compartí muy buenos momentos y que me tendieron una mano en este lugar en principio hostil y desconocido para mí. En estas fotos aparecen algunas de ellas, quizás las más relevantes y que recuerdo con más cariño. Con la mayoría aún sigo en contacto. De arriba a abajo Catarina, la portuguesa aventurera y viajera que junto con Anandi, esa foto nos la hicimos en su casa, llegó de su Argentina natal a Auroville hace más de 30 años y allí se quedó, colaborando incluso en la construcción de la Matrimandir, me ayudaron a dar mis primeros pasos por esta ciudad de la aurora. Cuando se cumplía el ecuador de mi viaje apareció Marcella, una italiana valiente, generosa, de sonrisa permanente, no solo en la boca, también en los ojos. Con ella y sus tres amigas pasé ratos muy agradables, entre ellos mi segundo día de playa. En la foto también estoy con su amiga Simo que aparece en el centro. Gracias a Marcela mis poemas también viajaron a Italia pues me compró uno de mis libros. El pasado verano esta italiana valiente decidió volver a Auroville y allí sigue, según me contó su intención es permanecer allí un año y luego, no se sabe. Pocos días faltaban para mi regreso cuando conocí a Dani, una colombiana encantadora y estilosa, pero en ese poco tiempo que coincidimos conectamos y hasta hoy seguimos en contacto. Y aunque la última foto me la hice al principio de mi llegada, la dejo para el final pues el encuentro más importante en lugares y situaciones así es con una misma.
No hace mucho tiempo oí a alguien decir que los proyectos son más importantes que las personas, discrepo en relación a esa afirmación pues sin las personas los proyectos no son posibles. Para mi cada persona que forma o han formado parte de un proyecto, de un viaje o de una vida es importante y tiene su razón de ser y de estar en ese momento y ese lugar.



En la sala central y principal de la Matrimandir, la cual invita al recogimiento y de echo realizamos una meditación en ella, tuvo lugar mi punto de inflexión. No permiten hacer fotografías en el templo así que solo queda un recuerdo tanto visual como emocional grabado en mi memoria que intento plasmar en una de mis carpetas de viaje y arte.




Pasados un par de meses de aquella experiencia sentí la necesidad de enviarle un obsequio a Marcella para agradecerle su confianza, ayuda y amistad y eso me hizo recuperar la inspiración y las ganas de volver a mis miniaturas, el mejor y más personal detalle que podía enviarle. Y como recuerdo del lugar donde coincidimos en el camino le pinté una Matrimandir en su concha marina. Ahora la miro y pienso en lo mucho que me gustaría ponerle uno de mis marcos algo que lamentablemente se me ha ocurrido añadirle a mis miniaturas tiempo después de haber pintado este colgante para ella.

Han pasado muchas cosas en este año y del mismo modo que tuve y he tenido más encuentros, algunos inesperados como suele ocurrir con las mejores cosas que te tiene preparada la vida, entre ellos con el amor, también ha habido algunos desencuentros aunque eso en muchos casos también es necesario. 

Como he dicho unas líneas más arriba, esa energía que me acompañó en mi estancia en Auroville decidió meterse en mi maleta y volvió conmigo para seguir haciendo de las suyas. Pero como diría John Lennon "La vida es lo que te pasa mientras tu haces otros planes". 

Hay experiencias que han de quedarse en barbecho como el vino y de las que hay que hablar pasado un tiempo, lo sentido, vivido y conocido en Auroville lo necesitaba. Un año después e independientemente de que hay alguna cosa con la que no me identifico en relación al proyecto de la ciudad de la aurora, he de decir que si hubiesen más lugares con las pretensiones de hermandad y sostenibilidad que lleva implícito el proyecto de Auroville este mundo tendría muchas más posibilidades de ser mejor. De momento tenemos la opción de asumir un compromiso personal e individual que ya es bastante.