3 de octubre de 2010

El arte tiene alma

Un rey anunció que el que hiciera la cosa más increible se casaría con su hija. Los jovenes se estrujaron los sesos durante días.
El día de la prueba los jueces vieron de todo: algunos comieron hasta reventar o echaron humo por las orejas o gritaron hasta estallar copas o subieron altísimas montañas . . .
Pero nada como el reloj de salón que presentó un concursante. Cuando daba las horas, unas extrañas figuritas bailaban, y florecían rosas que se convertían en cabezas de ángeles. La caja era de madera labrada y la maquinaria de oro. El artista era bondadoso y desde el primer momento se ganó el corazón de la princesa.
Parecía que todo había terminado cuando llegó un hombre corpulento y de un golpe destruyó el reloj, ¡zas! Los jueces consideraron aquello lo más increible y le nombraron ganador.
Pero el día de la boda se abrió la puerta de la iglesia y apareció el reloj, que se colocó entre la novia y el novio. Sonaron las campanas, aparecieron las figuritas, ahora de gran tamaño, y golpearon al novio hasta dejarle K.O. Luego el reloj desapareció.
Los presentes dijeron que aquello sí era lo más increible que habían visto. Y se celebró la boda entre la princesa y el artista. Una obra de arte tiene alma y puede convertirse en algo mágico. ¡Cuidado!