3 de marzo de 2013

Sirenas en la orilla


Cuando no encuentro mi mundo
Técnica mixta sobre papel, 30 x 21 cm

En 2010 creo mi primera sirena en la orilla con la esperanza de que vayan surgiendo más de la oscuridad de  su reprimida sexualidad y la exclavitud de la belleza a la que esta sociedad las somenten, es este pasado 2012 cuando comienzan a reclamarme hacerse visibles y escucho sus cantos de nuevo tras esas sombras.
A veces este mundo es un lugar hostil para ciertas almas, para ciertas mentes y recuerdo a una de mis poetisas favoritas Emily Dickinson, la cual decidió encerrarse en su habitación y no salir hasta el día de su muerte como un acto de rebeldía contra las sociedad victoriana y sus limitaciones a lo femenino.
Hay muchas maneras de morir, una de ellas es viéndote obligada/o a ser lo que no quieres ser. En este mundo hay muchos cadáveres andantes. 

Soy nadie. ¿Tú quién eres?

Soy Nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres también un Nadie?
Ya somos dos entonces.
Pero no lo digas: lo anunciarían, ya sabes.

Qué triste es ser Alguien,
qué público —como una rana—
decirle a otro el propio nombre —el junio entero—
a una charca admiradora.

I'm Nobody! Who are you?

I'm Nobody! Who are you?
Are you —Nobody— Too?
Then there's a pair of us?
Don't tell! they'd advertise —you know!

How dreary —to be— Somebody!
How public —like a Frog—
To tell one's name —the livelong June—
To an admiring Bog!

Emily Dickinson (1830-1886)